25 años de la liberación de Ortega Lara: 532 días encerrado por ETA en un zulo de 2,2 por 1,8 metros
Hoy, 1 de julio de 2022, se cumplen 25 años de la liberación del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, secuestrado por ETA. Tras 532 días de encierro, un Ortega Lara con 23 kilos menos, demacrado y asustado lograba reunirse con su familia tras la pericia de los agentes que lograron abrir el mecanismo del zulo de 2,2 por 1,8 metros en el que le mantenían encerrado.
Fue el 17 de enero de 1996 cuando el funcionario de prisiones fue abordado en el garaje de su vivienda en Burgos, cuando regresaba de su trabajo en la cárcel de Logroño. Tres etarras que le introdujeron en el maletero de su coche y luego le trasladaron en un camión, oculto en una máquina especialmente preparada, hasta un zulo en una nave industrial de Mondragón, en Guipúzcoa. Al día siguiente, encontraron su coche abandonado en el polígono industrial burgalés de Gamonal.
Tres días más tarde, el 20 de enero, la banda terrorista reivindicó el secuestro en una llamada telefónica al diario Egin y posteriormente, l 1 de febrero, asumió esta acción en un comunicado. En paralelo, se sucedían en España multitudinarias manifestaciones de apoyo al rehén.
La liberación
La suerte llegó de la mano de Miquel y su compañero Carlos, que pertenecían a la Unidad Especial de Intervención (UEI) de la Guardia Civil y ese 1 de julio de 1997 tenían 36 y 33 años, respectivamente.
Una fecha que no olvidarán porque ese día el instituto armado puso fin a otro de los órdagos que la banda terrorista quería echar al Estado con secuestros como el Ortega Lara o los de los empresarios Cosme Delclaux y José María Aldaya, los tres coincidentes en el tiempo.
Miguel y Carlos han explicado a EFE cómo fue el momento de la liberación, cuando el primero descubrió el sistema hidráulico que cerraba a cal y canto el zulo de madera, húmedo y frío, de apenas tres metros de largo, dos de ancho y 180 centímetros de alto, en el que Ortega Lara sufrió su cautiverio.
Ambos reconocen la dificultad que entrañó para los agentes -se movilizaron 500 guardias civiles- liberar al funcionario de Prisiones y, modestamente, se reparten con una «pizca» de suerte el mérito de haber localizado el sistema hidráulico que abría la trampilla.
La operación delfín-pulplo
A la Guardia Civil le costó dar con la pista que condujera a la nave del encierro. Fueron días y noches vigilando en una situación hostil. Todas las precauciones eran pocas. No solo porque había que evitar ser vistos por las personas que podían trabajar en el polígono, sino por la propia orografía, la humedad del río sobre el que se encontraba la nave o lo escarpado del terreno.
Apenas se producían movimientos en la nave, tan solo dos personas entraban y salían de ella. Pero la Guardia Civil estaba convencida de que Ortega Lara se encontraba allí. Antes de su liberación, los agentes detuvieron a los cuatro etarras responsables del secuestro, uno de los cuales, Jesús María Uribeetxeberría Bolinaga, fue trasladado al zulo.
Coordinada por el entonces juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, la operación Delfín-Pulpo se puso en marcha con 500 guardias civiles ante la dificultad para encontrar el escondite, oculto debajo de una máquina pesada. Mientras, Bolinaga negaba que el rehén se encontrara en la nave.
El descubrimiento de Miquel
«Tuve la suerte de encontrar el acceso» al zulo, ha recordado el agente Miguel en conversación telefónica con la agencia EFE. A este guardia civil, que como sus compañeros trabajó toda la noche para liberar al funcionario de la cárcel de Logroño, le llamó la atención que el pie de apoyo de un torno hidráulico estuviera fijado al suelo, cuando debería ser móvil.
Miguel había trabajado en un taller y se extrañó que ese torno no se pudiera mover. Por eso, ante la sospecha de que ocultara un zulo, comenzó a quitar los tornillos junto a otros compañeros y levantó el torno del suelo. Un «tapón» pesado -los terroristas lo movían con un mecanismo eléctrico- que precisó de muchas manos y que logró dejar a la vista el pequeño agujero por el que un agente tuvo que entrar boca abajo.
Allí descubrió a Ortega Lara, quien convencido de que el guardia civil era un terrorista, solo acertó a decir: «Matadme de una puta vez». En un estado lamentable, con 23 kilos menos y evidentes signos de haber sufrido en esos más de diecisiete meses fiebres, diarreas y hongos, Ortega Lara salió a la superficie.
Miguel recuerda «su cara de agotamiento», pero también la alegría que sintió porque finalmente todo salió bien para todos. Carlos también entró en la nave y contribuyó a la liberación de un hombre cuya imagen le ha quedado grabada, porque «impacta». Recuerda que costó más localizar la entrada del zulo que entrar a la nave y recalca el trabajo «muy intenso y concienzudo» que tuvieron que llevar a cabo él y sus compañeros.
ETA había perdido una nueva batalla ante la Guardia Civil.
Los etarras, en libertad
Los etarras que secuestraron a Ortega Lara se encuentran en libertad. Se trata de José Luis Erostegui Bidaguren, Josu Uribetxeberria Bolinaga, José Miguel Gaztelu Ochandorena y Javier Ugarte Villar. Uribetxeberria Bolinaga salió de prisión en septiembre de 2014 y falleció el 16 de enero de 2015 a causa de un cáncer.
Todos ellos fueron detenidos el 30 de junio de 1997, en la operación de la Guardia Civil que culminó en el rescate de Ortega Lara.
El último que abandonó la cárcel fue José Luis Erostegui Bidaguren. Salió el 15 de abril de 2020 de la prisión de Herrera de la Mancha (Ciudad Real), tras cumplir 23 años de condena.
Por cumplimiento de penas, también abandonaron la cárcel José Miguel Gaztelu Ochandorena, en agosto de 2017, y Javier Ugarte Villar, en julio de 2019, mientras que Jesús María Uribecheverria Bolinaga.